El sistema de frenos y contrapesos es un principio fundamental en la estructura de los gobiernos democráticos modernos, especialmente en aquellos basados en el modelo republicano, como el de Estados Unidos.
Este concepto fue desarrollado con el objetivo de evitar la concentración de poder en una sola rama del gobierno y asegurar que las tres ramas principales —el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial— se mantengan en equilibrio.
El principio de frenos y contrapesos asegura que ninguna de estas ramas tenga autoridad total. Cada una tiene poderes específicos y limitados, así como la capacidad de supervisar y controlar las acciones de las otras ramas.
Por ejemplo, el poder Ejecutivo, encabezado por el presidente, puede vetar leyes aprobadas por el Congreso (el Legislativo), pero el Congreso tiene la facultad de anular un veto presidencial si logra una mayoría suficiente en ambas cámaras. Asimismo, la Corte Suprema (el Judicial) puede declarar inconstitucionales las leyes aprobadas por el Legislativo o las órdenes ejecutivas del presidente, lo que limita el poder de ambas ramas.
Este sistema no solo mantiene la estabilidad dentro del gobierno, sino que también protege los derechos de los ciudadanos al impedir que una sola entidad controle todas las decisiones políticas.
Fue concebido por pensadores políticos como Montesquieu y profundizado por los fundadores de Estados Unidos, quienes querían evitar los abusos de poder que habían visto en las monarquías europeas.
El sistema de frenos y contrapesos sigue siendo un tema central en los debates políticos actuales, donde algunos sostienen que la estructura no siempre funciona como debería y que el poder a menudo se concentra demasiado en una rama, en especial en la ejecutiva.