Quizá hay demasiadas formas de identificar qué es y qué no es la Mentalidad. Y poco tiene que ver con la suerte y con factores genéticos.

Pero es tan difícil de conseguir que hasta puede parecerlo. Quizá es la parte de la mente gobernada por el ego, la que fabrica una excusa parecida a tener o no suerte, para de esta manera eliminar el factor de responsabilidad personal.

Por otro lado, “tener buena mentalidad” es un concepto que se ha usado tanto, y durante tanto tiempo, que ha dado lugar a significados de lo más ambiguo.

Incluso de lo más mundano y poco sugerente. Y este es el motivo por el que se utiliza tanto, pero con tan poco entusiasmo y trascendencia.

Sin embargo, estamos ante uno de los conceptos más reveladores de nuestro tiempo. 

Así que atento a este artículo porque profundizamos (brevemente) en lo más importante de la idea de “tener una buena mentalidad de crecimiento”.

¿Qué es la mentalidad?

 

Es el modo de pensar o la configuración mental de una persona (según la RAE).

Ahora bien. ¿Qué nos sugiere la palabra cuando nos dicen:  – Debes tener buena mentalidad o debes mentalizarte?

Porque aquí está la cuestión. Y es que lo normal es que el mensaje pase desapercibido porque la persona que lo expresa no cuestiona hasta qué punto es relevante incidir en la idea y la persona que lo recibe, suele atribuirlo a una situación concreta y momentánea.

Así que profundicemos en las implicaciones que deberían asumirse.

Tener una buena mentalidad se refiere a adoptar una forma de pensar positiva, resiliente y enfocada en el crecimiento personal. 

Es un enfoque que te permite ver los desafíos y las dificultades como oportunidades de aprendizaje y desarrollo, en lugar de obstáculos  complejos o insuperables. Algunas características de una buena mentalidad incluyen:

  1. Actitud positiva: Mantener una visión optimista frente a las situaciones de la vida.
  2. Resiliencia: Ser capaz de recuperarse rápidamente de las adversidades y seguir adelante, a pesar de las dificultades.
  3. Mentalidad de crecimiento: Creer que tus habilidades y capacidades pueden desarrollarse con esfuerzo y dedicación, en lugar de pensar que son fijas.
  4. Enfoque en soluciones: Buscar maneras de resolver problemas en lugar de quedarte atrapado en el pesimismo o el estrés.
  5. Autoconfianza: Tener la seguridad en uno mismo para tomar decisiones y enfrentar situaciones desafiantes.
  6. Aceptación de los errores: Ver los fracasos como una oportunidad para aprender y mejorar, no como una derrota definitiva.

Pero más allá de las características, todas las personas que se plantean un poco más “en serio” el tema de tener buena mentalidad, se preguntan -¿cómo hacerlo?-

6 Consejos prácticos para tener buena mentalidad

 

1) Entiende qué es el estrés.

Estudia y aprende sobre qué es y cómo controlar los niveles de estrés sanos y correctos.

El estrés no es algo negativo, este te mantiene activo y con atención, el problema es la connotación social negativa y no saber cómo gestionarlo cuando este supera niveles que nos llevan a la ansiedad.

2) Practica el autocuidado mental.

Debes estar harto de escucharlo. Todos los profesionales de la salud tienen un consenso sobre ello, por lo que ya es hora de tenerlo como creencia prioritaria: el deporte, la meditación, el descanso y la alimentación, son claves imprescindibles, pero…

3) Desarrolla una actitud basada en el control del pensamiento.

Esto es todavía más importante si cabe. Y por desgracia no tan difundido por los expertos en salud mental. Lo que introduces en tu mente es la llave que te abre la puerta hacia el éxito, o la cierra. Quédate con esta frase de este artículo: “Todo cuenta, todo lo que ves, escuchas y haces en el día a día, moldea tus hábitos y por tanto tu vida”. Así que valora atentamente cuánto te cuesta realmente vender la atención.

4) Visualiza salud y éxito.

Si no sabes visualizar intencionalmente, es porque has perdido la habilidad de hacerlo. 

Todos sabíamos hacerlo cuando éramos niños. La edad adulta trae consigo un tipo de madurez que elimina esta facultad, Recupérala practicando durante algunos minutos al día. Cuando digo que la has perdido, no significa que no esté disponible, significa que no tienes energía para hacerlo, por eso te da pereza hasta crear tus propios pensamientos.

5) Afronta la adversidad con resiliencia. 

Esto es algo muy simple, aunque no por ello fácil. Se trata de reinterpretar cualquier acontecimiento negativo como positivo. Créeme, cuando lo practicas un poco, es como subirte a un tren de buenaventura.

6) No se trata del propósito (no exactamente).

Mucho cuidado por perderte en técnicas para averiguar tu “propósito de vida”. Si bien es cierto que todos solemos tener algo que nos llama particularmente la atención en cuando a objetivos, este propósito, no es tanto encontrarlo, sino desarrollarlo.

Esto quiere decir, que no se trata de pasarte el día con técnicas de Ikigai o  DAFO para aeveriguar tu misión. Sino de tirar del hilo cuando sientes que algo te llama hacía una dirección. Esta es una sensación muy sutil y breve, pero que se siente muy intensa, tan intensa que en muchas personas aparece como arrepentimiento, o impulso tan fácil de realizar, que no merecen ni hacerlo. Atento.

 

Sobre la mentalidad hay mucho que decir, pero realmente poco que poner en práctica, como todas las cosas maravillosas, la solución siempre es simple y elegante. Así que aplica alguno de estos consejos y verás cambios casi instantáneamente.

Por último, comentarte que ser amable contigo mismo, practicar la autocompasión y encontrar un propósito son detalles, pero no el cómo. Porque si te centras en ellas, es muy posible, que te lleven por el camino de aumentar la importancia y por tanto aumentar tu estrés.

Espero que el artículo te ayude a reflexionar y avanzar hacia la dirección que desees.

sid